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RENUNCIO

  • Foto del escritor: De Lágrimas a Canciones
    De Lágrimas a Canciones
  • 10 jun 2024
  • 5 Min. de lectura

Sí, así cómo se oye. RENUNCIO.


Hoy decido libremente tirar la toalla. Una toalla que ya está rota, cansada, sucia y percudida. Una toalla con el título de: “ser la mejor”. Y es que cuántas veces cargamos con esta creencia limitante de: “ser perfecta” “ser la mejor” “darlo todo sin límites”. Pfff… ¿qué pasa si no quiero? ¿Qué puede pasar si decido no ser perfecta y simplemente ser yo? ¿Tan inconformes estamos con nuestra versión real y original? ¿Será que siempre necesitamos ese maquillaje y filtro? ¿Tan importante es la aprobación del otro diciéndonos lo excelentes que somos? 





Siempre, desde niña, me he esforzado por ser impecable en todo. La buena hija, la buena hermana, la buena alumna, la buena niña… que al traducirse a la vida adulta se convierte en: Querer ser la mejor mamá, la mejor empresaria, la mejor ama de casa, la mejor… ¿la mejor? Y entramos en este estado cíclico de hacer y dar más, darlo todo y luego exigirnos más. ¿Para qué? Y es que las expectativas cada vez se ponen más altas. Despertar, preparar niñas a la escuela, bien peinadas, un lunch de masterchef, uniforme impecable, mochilas listas, llegar a escuela puntuales, de ahí ir al gimnasio que a veces puede ser por salud o porque lo disfrutas, pero también puedes llegar a sentirte insuficiente en tu cuerpo y que no alcanzas la meta o expectativa social de lo que se supone que es ser una mujer guapa. Arreglarse, porque siempre hay que cuidar la imagen. Derechita, sonrisa en cara, trato amable. Ir a trabajar, ser eficiente, cumplir con todo, no permitirte errores. Ser eso que la compañía o el cliente realmente necesita. Preparar comida sana, porque no le puedes dar cualquier cosa a tu familia y todo depende únicamente de ti. Buscar tu propio camino en un nuevo emprendimiento y sentir que de ti depende cambiar el mundo entero. Cuidar tu skin care porque no se te pueden notar los años, cuidar de tus amigos, de tus papás, tu familia, tu economía, tu salud, lidiar con los problemas del día a día con actitud complaciente y resolutiva. Y aunque llegues a tener el nudo en la garganta y el peso en los hombros de sentir que la carga aumenta gota a gota, seguir de pie, fuerte, estable y sobretodo… con buena actitud. 


Y, ¿qué si un día decido mandarlo todo al carajo? Aquel estado de burnout maternal o laboral, que la vida misma te jugó en contra, llega finalmente a su límite. 


En consulta, he atendido infinidad de mujeres que lloran por sentirse insuficientes porque la carga mental de la vida adulta, la vida de madre o la vida del trabajo… es verdaderamente insostenible. Muchas mujeres, hoy por hoy, se sienten explotadas. Y es que no entiendo a qué se debe este fenómeno; porque hay quienes dirán que todo es culpa de las heridas de la infancia, otros opinan que se trata de no vibrar alto, otros quizás puedan argumentar en contra del sistema patriarcal en el que estamos inmersos como sociedad… pero al final, nada importa, porque el buscar culpables no va a quitarnos este estado de estar hasta la madre. ¿Qué sí lo va a quitar entonces? El renunciar a la idea de querer ser la mejor o la mujer perfecta. 


Por esta razón hoy yo quiero renunciar. Renuncio a la presión de tener que verme siempre bien para abrirme a la opción de aceptarme tal y como soy. Renuncio a la idea de ser la mamá del año, para maternar desde la autenticidad. Renuncio a la carga de ser perfecta en mis labores para permitirme ser SER HUMANO, con fallas y aprendizajes. Renuncio a las expectativas fantasmales impuestas por una sociedad que no va a vivirlas tomándome de la mano; y así, me dispongo a empaparme de nuevas experiencias que la vida o Dios tienen pensadas para mi felicidad. Renuncio a ser impecable porque descubrí que la mejor forma de aprender es equivocándome. 


Durante los 14 años de mi relación con el psicópata narcisista, desperté cada día con esta sensación de no ser suficiente. Y, ¿te digo algo? Terminé agotada. Realmente drenada en todo mi ser. Psicológica, física, espiritualmente, lo di todo; terminé seca, vacía y al final… no fue suficiente. Esa es la naturaleza de estas personalidades vampíricas, te consumen absolutamente toda tu energía. Así que ahora, que me he librado de este mal, que por fin vivo separada de aquel demonio, puedo permitirme una sola cosa: VIVIR. Y para vivir se necesita renunciar a todo aquello que te desdibuja. Y sí, buscar siempre estar en esa cima, te puede robar la paz. Porque la vida es cíclica, mi papá dice que la vida es una rueda de la fortuna, en donde a veces estás arriba y a veces estás abajo. Lo importante es que siempre recuerdes que eso que estás viviendo, va a pasar. Todo pasa, nada es para siempre. Cuando estés abajo, respira y aprende, recuerda que eso va a pasar y pronto estarás arriba. Y cuando estés arriba, respira también y disfruta porque después habrá que bajar. Así pues, si la vida misma es una rueda de la fortuna, ¿por qué luchar y forzarse a estar siempre en tu mejor estado? Y no me malentiendan con el deseo de vivir una vida conformista y mediocre, no. Es sólo que tu mejor versión a veces puede ser estar en pijama y a veces vestir de gala. Y ambas están bien, ambas son buenas. Tu mejor versión a veces tiene lágrimas y a veces risas. Y, repito, ambas están bien. 


Renuncio al “tengo que” para vivir en el SOY. Y acepto profundamente ese “SOY” en todas sus esferas, ángulos y circunstancias. Porque la mejor manera de salir de ese estado de hartazgo es validándose y permitirse ser. 


Por ejemplo, ahora me encuentro siendo difamada y judicializada. Y esto ha provocado en mi, un sentimiento de insuficiencia. Pues por atender las vejaciones del psicópata y sus monos voladores, no he podido atender del todo otros temas personales. Y vaya que me culpaba. En estos meses me he llegado a culpar por sentir que no doy el ancho en mi trabajo o maternidad. Sin embargo, hoy renuncio a esa culpa porque abro los ojos a la realidad: Estoy en medio de una tormenta en un desierto. Estoy atravesando un divorcio infernal con un psicópata narcisista integrado. Y no puedo exigirme más de lo que humanamente soy capaz. Es ilógico y absurdo. Saqué a mis hijas de un lugar de violencia y obviamente toma tiempo el poder reestructurar la rutina de vida y comenzar desde cero. Y esto, ya es un logro abismal en todo su esplendor. Así que sí, aquel día en el que no pude jugar con toda la energía a las estatuas encantadas con mi hija de 6 años, o aquel día en que les di dinero para que compraran su lunch por no levantarme temprano a prepararles algo rico, no son motivos para sentirme mal en mi maternidad. Ese otro día en el que tuve que reagendar pacientes por sentirme en extremo cansada mentalmente o cuando me pareció buena idea sacar la ropa limpia directo de la secadora por no haber tenido tiempo de doblarla y guardarla… esos días, yo seguía viviendo en equilibrio y siendo perfectamente funcional. Así se ve la estabilidad, habrá ocasiones en las que se te olvide pagar a tiempo las cuentas y otras en las que sientas que eres la mujer más productiva y precavida. Y ambas versiones tuyas están bien, porque eres tú. 


Hoy te escribo para decirte esto: SER TÚ ESTÁ BIEN. Léelo otra vez pero en primera persona: ESTÁ BIEN SER YO. 


Así que no, no necesitas drenarte para sentir que lo diste todo. Sé tu misma, si necesitas renunciar a expectativas, ideas o deseos ajenos, hazlo. Porque por querer cumplirlos te terminarás perdiendo a ti, y olvidarás tu esencia. 


Yo, hoy, renuncio a todo aquello que me empañe el espejo y me impida ver quien realmente soy. 

 
 
 

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