Las Alas Que Nos Debíamos
- De Lágrimas a Canciones
- 6 feb
- 2 Min. de lectura
La casa estaba en silencio, pero ella podía sentir el peso de las cámaras sobre su piel. Las había aprendido a ignorar con el tiempo, o al menos eso hacía parecer, pero aquella noche era diferente. En sus brazos, su bebe dormía tranquila, ajena al huracán que se desataba dentro de su Madre.
Cada diminuta respiración de la pequeña era un recordatorio. Habían sido meses de planificación en silencio, cada mirada fingida, cada paso medido, era parte de una estrategia que solo ella conocía. No podía permitirse un error. Aprovechó las mismas cámaras que él usaba para vigilarla y tejió con ellas la ilusión de la calma. Así fingió que todo estaba como siempre, "Sólo un día más" se decía mientras empacaba las pocas cosas que podía llevarse.
La libertad no necesitaba mucho equipaje.

Cuando cruzó el umbral de la puerta, su corazón se detuvo un segundo. Era un paso pequeño, pero a la vez inmenso. No miró atrás. No podía permitirse la duda.
El viaje fue largo, lleno de silencios cargados de tensión, pero también de momentos de esperanza. Al fin llegaron a un lugar con aroma a libertad. Las noches solitarias se mezclaban con días de ilusión. Entre risas tímidas y miradas cómplices, entendieron que el pasado quedaba atrás.
Él nunca más intentó perturbar su paz, ella sentía con certeza que su valentía lo disuadió. No podría haber esperado menos de si misma; había enfrentado la tormenta con la firmeza de quien no teme al destino. Ahora, al contemplar los delicados deditos de su niña, tan perfectos en su pequeñez, sentía una ternura indescriptible. Su manita, cálida y confiada, se aferraba a la suya con la seguridad de quien sabe que está protegida. En ese sutil y maravilloso gesto, hallaron juntas la más dulce recompensa.
Un hogar donde para ambas la risa no es pecado y la paz no es un sueño.
ESCRITORA: Azucena
IG @narcisosocultos y TT @narcisosocultos
Consulta más artículos en cuenta de Substack
Comments