CASITA
- De Lágrimas a Canciones
- 5 ago 2024
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Había una vez una casita, preciosa, de buen tamaño y acogedora. Era una casita que se construyó a lo largo de 17 años. Una casita que, cómo todo, tenía sus detalles, pero ella se daba mantenimiento constante y se mantenía fuerte, entera, segura, cálida, llena de luz y de paz.
Un día, llegó un duende envidioso. Un duende que a lo largo de su vida, había intentado construir una casa para sí mismo, pero cada que lo intentaba, algo o alguien se lo destruía. El duende, fuera de aprender a construir una casa en un lugar seguro, aprendió a destruir casas ajenas. Así que al verla tan bonita y estable, no pudo contener su rabia y su deseo de destrucción. Tocó la puerta de manera muy amigable y como la casita era muy acogedora, le recibió con gusto. Este duende malvado la conoció, la trató bonito, incluso, le ayudó a restaurar algunas grietas que había encontrado por ahí. Al poco tiempo… aparecieron dos hermosas flores en el jardín de Casita. Este evento fue el más glorioso y satisfactorio para Casita. Se sentía completamente afortunada de poder albergar a estas preciosas flores. Y creyó que el duende que había llegado, podría ser buen equipo con ella para cuidarlas y que nunca les faltara nada. Es verdad que Casita se sentía contenta de haber conocido a tan buen duendecillo mágico, pues jamás habría imaginado lo envidioso o malvado que él podría llegar a ser. Una vez que el horrible duende “se sentía en SU casa”, decidió aprovecharse de ella. Sin importar la presencia de las pequeñas florecitas, él comenzó a hacer de las suyas… y al final… decidió que necesitaba destruirla, pues no soportaba verla fuerte, segura y hermosa. Así, sin más, la demolió. Le arrebató cada color, cada ladrillo, cada piedra… toda la estructura quedó hecha arena. Pero Casita conservaba algo que nadie más podría demolerle nunca. Su esencia. Seguía siendo ella. Sí, devastada, sí, rota, sí, triste… pero era ella. Ella siempre había sido muy cuidadosa en cuidarse a sí misma, pues le gustaba ser una casita entera, segura y feliz… pero ahora, con las dos florecitas que habitaban en ella… a ella le urgía levantarse de los restos de escombros y reconstruirse. Y como todo proceso… llevó su tiempo. La esencia de Casita durmió en el silencio para pensar con claridad cómo construirse de nuevo en su grandeza sin ser demolida otra vez, pues ya había conocido la verdadera identidad del enano envidioso. Ella temía que la volvieran a demoler. Así que sin más, trasplantó a las florecitas y huyó.
Casita tenía prisa, pues las flores necesitaban un nuevo jardín. Y se construyó cómo pudo. Definitivamente no eran los materiales más sofisticados, pero sus amigos del pueblo le dieron lo que pudieron, ella lo tomó y en menos de dos semanas ya se encontraba en otras tierras, otro entorno, construida cómo había podido. Casita extrañaba su antigua versión. Aquella que fue antes de la llegada del horrible duende malvado. Pues ahora se encontraba con una estructura definitivamente más sencilla, rústica, no tan cálida como antes, no tenía colores vibrantes como antes, el techo parecía inestable y el espacio era increíblemente pequeño. Además, el jardín se encontraba algo descuidado, cuando ella quería darle lo mejor de lo mejor a aquellas florecitas. ¡Que rabia sentía Casita al verse así! Estaba tan pequeña que no daba lugar a nadie más, no podría recibir a nadie en ella, pues no cabían. Es decir, por las prisas de resolver todo de manera inmediata, cumplía su función de hogar para las florecitas, pero no había espacio para más. Y como Casita era resiliente y no se daba nunca por vencida… comenzó a cambiarse algunas piezas de sí misma, para crecer, para fortalecerse y para hacer espacio. Todo iba muy bien, las florecitas comenzaron a crecer muy bonitas, se sentían más seguras y tranquilas, definitivamente les gustaba mucho este cambio en sus vidas. En este proceso de reconstrucción, han ocurrido eventos inesperados pero comunes. Han habido días lindos de sol, pero también fuertes tormentas de lluvia. Pasó la primavera y también llegó el invierno, pero ella había logrado mantenerse en constante mejoría y evolución. Casita comenzó a pintarse de nuevo. Cambió ventanas y así tenía más luz… por fin era más cálida. Amplió espacios comunes, así que quizás no podía permitir que se le habitara, pero si podía comenzar a recibir algunas visitas a convivir con ella y sus hermosas flores. Sin embargo, como todo en la vida, todo cambia.
Y hoy Casita sufrió la presencia de un huracán fuerte. Ella no lo vio venir, y su techo tenía mucho que fortalecer. Y sí, se le cayó un poco de material del techo… mismo que raspó algunos colores y se cayeron algunos pocos materiales; pero la base sigue fuerte, el jardín intacto y su esencia más fuerte que nunca… A ella, ya nada la tira. Casita respiró profundamente, agradeció al huracán que venía de pasó, porque gracias a su presencia, ella pudo ver qué le falta por trabajar y así poder estar del todo segura.
Así es la vida para Casita, es una constante en darse mantenimiento a ella misma, agradecer las oportunidades de mejora; y sobretodo, amar y cuidar a sus hermosas y bellas flores, que en medio de demoliciones y huracanes, han crecido fuertes y alegres.
MORALEJA: Nada es para siempre. Cuida a quienes amas. No dejes de trabajar en ti. Jamás te descuides. No construyas en donde sólo vas de viaje. Y por favor, no dejes entrar duendes malvados y envidiosos a tu vida.

FIN.
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